Las sociedades democráticas contemporáneas son sistemas
ordenados de cooperación social para el beneficio mutuo de quienes las
integran, es decir, personas autónomas en tanto que son quienes diseñan sus
propios planes de vida y eligen los medios para llevarlos a cabo.
Las personas que integran la sociedad, en tanto autónomas,
tienen distintas formas de ver y entender el mundo, así como concepciones
particulares –concepciones éticas- del bien, definidas como el conjunto de
intereses, preferencias, valores, creencias, contenidos éticos y culturales que
cada persona en lo individual considera valioso para llevar a cabo sus planes
de vida satisfactoriamente y de acuerdo a sus propios fines. Las concepciones
particulares del bien, asimismo, son parte de lo que da sentido a la vida de
cada ser humano, haciendo de ellas vidas que cada uno considera que vale la
pena vivir.
Sin embargo, estas concepciones, en la medida en que son
individuales, no son necesariamente compartidas por otras personas, creando con
ello sociedades diversas.
Por otra parte, las concepciones particulares del bien
pueden ser opuestas entre sí y entrar en conflicto, por lo cual es necesario
tener un sistema regulado de libertades y derechos que permita a todas las
personas llevar a cabo, en igualdad de circunstancias, sus planes de vida sin
alterar o interferir negativa e injustificadamente en los de otras.
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